Parte 2 de la sociedad civil

Alexis Ferrand

Buenas, voy a hablar en español. Bueno, muchas gracias por recibirnos. Mi nombre es Alexis Ferrand. Soy también parte del grupo Somos Todos Uruguayos y estando acá en Washington, recuerdo mi primera visita a Washington como joven economista. Fui a reuniones del BID donde, en ese momento, estaba Enrique Iglesias como presidente. Al llegar, pregunté al portero dónde estaba la reunión del Uruguay. No y los dos compartimos ese orgullo de ser uruguayo, juntos con el presidente uruguayo, incuestionablemente uruguayo. Pero hoy en día, a pesar de todo lo que él dio como y da como uruguayo en nuestro país y también el mundo, Iglesias legalmente es un nacional español con la carta de ciudadanía. Ya técnicamente no es uruguayo y en esos pasaportes que antes decían nacionalidad de ciudadanía legal uruguaya, ahora dicen la nacionalidad de país de nacimiento, nunca dice Uruguay.

Nuestra historia está llena de ciudadanos naturalizados. Están, para mí, los 33 Orientales. No era Uruguay todavía, pero muchos nacieron en la región y hasta en África. Lucharon como iguales y también ejemplos como Carlos Anaya, presidente del Senado, presidente interino uruguayo; Paulina Luisi, primera mujer uruguaya recibida como médica y sufragista; Jacinto Vera, primer obispo católico uruguayo; y futbolistas de los cuatro campeonatos que ganamos en mundiales, cuatro no para que sepan, elaborado y en Uruguay los elige como suyos.

También tenemos un proceso de naturalización garantizado en la Constitución, en base a criterios que son muy similares a otros países democráticos y que obliga a los mismos derechos y deberes que los otros ciudadanos de nuestro país, pero no da la identidad. Quiero pasar al rol fundamental de voluntad democrática legislativa. Es cierto que hay un debate en nuestro país, algunos a favor, otros en contra. Pero me animo a decir que todos reconocen el rol decisivo legislativo, quienes ratificaron convenios que garantizan el derecho a la identidad y la no discriminación.

Nuestro país es una República cívica, basa su identidad en ciudadanía precisamente para evitar diferencias en ciudadanos. Ese concepto cívico, en su concepción moderna para nosotros, es la nacionalidad, la identidad de la cual surgen los derechos y deberes de ciudadanos y, claramente, todo ciudadano y sin excluir a los menores, son uruguayos y, por ende, tienen derecho a la nacionalidad uruguaya. Se registra allá por el 1917 que los constitucionalistas Frugoni y Beltrán llegaron a un consenso de que la distinción entre ciudadanía y nacionalidad en nuestro país es irrelevante por ser lo mismo.

Más recientemente, nuestro legislativo aprobó la ley de apatridia que mencionó Andrew, donde define que la ciudadanía cesa la condición de apatridia y define que ser apátrida, no tener nacionalidad, es una decisión democrática legislativa. Quiero pasar a que los impactos no son conceptuales, como a veces nos dicen. Tampoco somos todos por igual. Los impactos claramente son interseccionales: impacta más si vienes de guerra como refugiado, impacta más si vienes de un país en crisis ya que tu documento de origen vale poco, impacta más si vienes de un país que no permite la doble ciudadanía donde pierdes tu nacionalidad de origen y terminas con apatridia con cédula de ciudadanía. Impacta si eres una minoría visible ya que no sientes la protección del Estado como deberías.

Somos un país que busca ser solidario, pero nos falta esta herramienta fundamental. Impacta sobre las familias, los hijos e hijas nacidos en el exterior con derechos muy distintos a los nacidos después en Uruguay. Divide a la familia, los daña. Ratificamos convenios que garantizan que no se discrimina contra los menores de edad, a no ser que sea para su protección, pero nunca naturalizamos a esos niños y niñas. Es un deber histórico que tenemos y hay casos donde han quitado, por ejemplo, el honor de ser abanderado a adolescentes por ser extranjeros y los jóvenes que no pueden representar al único país que conocen en competencias internacionales porque son también tratados como extranjeros. No tienen opción.

Somos un país que envejece rápidamente pero no podemos abrazar a estos chicos como nuestros y el rechazo implica que muchos se irán al ser mayores de edad y eso perdemos todos. Es un sentimiento de ser ciudadano de segunda, que no importas. Reduce la motivación en la nación social. Por algo la nacionalidad es un derecho fundamental. Así, repitiendo lo de Andrew, estamos buscando soluciones. Queremos trabajar juntos y hacer mejor nuestro país.

Muchas gracias.

Andrew Scott Mansfield: En este momento, me gustaría preguntar a la Comisión si podemos reproducir el testimonio en video de Arvand Azezziden, miembro de Somos Todos Uruguayos.

Good morning, I will speak in Spanish. Well, thank you very much for having us. My name is Alexis Ferrand. I am also part of the group We Are All Uruguayans, and being here in Washington, I remember my first visit to Washington as a young economist. I went to IDB meetings where, at that time, Enrique Iglesias was president. Upon arrival, I asked the doorman where the meeting for Uruguay was. And the two of us shared that pride of being Uruguayan, together with the Uruguayan president, unquestionably Uruguayan. But today, despite everything he has given as and continues to give as a Uruguayan in our country and also the world, Iglesias is legally a Spanish national with a citizenship certificate. Technically, he is no longer Uruguayan, and in those passports that used to say Uruguayan legal citizenship nationality, now state the nationality of the country of birth, never saying Uruguay.

Our history is full of naturalized citizens. For me, there are the 33 Orientales. It wasn't Uruguay yet, but many were born in the region and even in Africa. They fought as equals and also examples like Carlos Anaya, president of the Senate, interim Uruguayan president; Paulina Luisi, the first Uruguayan woman to receive a medical degree and a suffragist; Jacinto Vera, the first Uruguayan Catholic bishop; and footballers from the four championships we won in the world cups, four not for you to know, elaborated and in Uruguay chooses them as its own.

We also have a naturalization process guaranteed in the Constitution, based on criteria that are very similar to other democratic countries, and that requires the same rights and duties as the other citizens of our country, but it does not grant identity.

I want to move on to the fundamental role of legislative democratic will. It is true that there is a debate in our country, some in favor, others against. But I dare to say that everyone recognizes the decisive legislative role, those who ratified conventions that guarantee the right to identity and non-discrimination.

Our country is a civic Republic, bases its identity on citizenship precisely to avoid differences among citizens. That civic concept, in its modern conception for us, is nationality, the identity from which the rights and duties of citizens arise, and clearly, every citizen, without excluding minors, are Uruguayans and, therefore, have the right to Uruguayan nationality. It is recorded back in 1917 that the constitutionalists Frugoni and Beltrán reached a consensus that the distinction between citizenship and nationality in our country is irrelevant because they are the same.

More recently, our legislature approved the statelessness law mentioned by Andrew, which defines that citizenship ends the condition of statelessness and defines that being stateless, not having nationality, is a legislative democratic decision. I want to move on to the fact that the impacts are not conceptual, as sometimes they tell us. Nor are we all the same. The impacts are clearly intersectional: it impacts more if you come from war as a refugee, it impacts more if you come from a crisis country since your document of origin is worth little, it impacts more if you come from a country that does not allow dual citizenship where you lose your original nationality and end up with statelessness with a citizenship card. It impacts if you are a visible minority since you do not feel the protection of the state as you should.

We are a country that seeks to be supportive, but we lack this fundamental tool. It impacts families, sons, and daughters born abroad with very different rights than those born later in Uruguay. It divides the family, harms them. We ratified conventions that guarantee that discrimination against minors is not allowed unless it is for their protection, but we never naturalize those children. It is a historical duty we have, and there are cases where they have removed, for example, the honor of being a flag bearer from teenagers for being foreigners, and young people who cannot represent the only country they know in international competitions because they are also treated as foreigners. They have no choice.

We are a country that is aging rapidly, but we cannot embrace these kids as our own, and the rejection implies that many will leave when they become of age, and we all lose. It is a feeling of being a second-class citizen, that you do not matter. It reduces the motivation in social nation-building. That is why nationality is a fundamental right. Thus, repeating what Andrew said, we are looking for solutions. We want to work together and make our country better.

Thank you very much.

Andrew Scott Mansfield: At this time, I would like to ask the Commission if we may play the video testimony of Arvand Azezziden, a member of Somos Todos Uruguayos.